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martes, 21 de diciembre de 2010

Toti Flores: “En la cooperativa la Juanita producimos dignidad”

“La Cooperativa La Juanita es el símbolo de un país distinto” dijo el diputado nacional y ex piquetero, Héctor “Toti” Flores, en su paso por Bahía Blanca, para disertar sobre la realidad social argentina.  Invitado por la ONG bahiense “Red de Ciudadanos, Flores brindó una conferencia de prensa donde no soslayó hablar del tema de las ocupaciones que se están dando en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y en sectores del Conourbano bonaerense. “El conflicto de Villa Soldati mostró al clientelismo político en su expresión más grosera: al plan social como disciplinador de los sectores más empobrecidos”, dijo.
También denotó que si bien la Cooperativa La Juanita “nació como una necesidad, luego nos dimos cuenta que iba contra el corazón de lo que hoy se denomina clientelismo político. En La Juanita se produce dignidad”.
¿Qué reflexión realiza como diputado nacional y ex piquetero acerca de las ocupaciones de terrenos públicos y privados que se están produciendo en la ciudad de Buenos Aires y el Conourbano Bonaerense?
Lo primero que tenemos que definir es que es evidente y ha quedado absolutamente claro que con el crecimiento económico no alcanza sino se tiene un plan para la recuperación de la calidad de vida de los sectores más pobres. Siete años de crecimiento a tasas chinas no ha podido superar el tema de la pobreza y el conflicto evidenció el enorme déficit habitacional que hay en las grandes ciudades y fundamentalmente en Buenos Aires y el Conourbano, donde el Observatorio de la Deuda Social, por ejemplo, señala que son alrededor de 2 millones de personas que necesitan vivienda. También mostró esta Argentina real y de cómo es el sub mundo de las zonas liberadas que existe en cada villa, en cada asentamiento del Conourbano. Lo que la televisión mostraba sobre la cuestión de la violencia y lo que decía acerca de que predominan los jefes mafiosos, las barras bravas y el narcotráfico, existe. Esto es lo que existe en las villas y en los asentamientos. Asimismo puso en evidencia el rol del Estado, que no entra en esos lugares, sino que mantiene un statu quo y que hace que estos sectores pobres se acostumbren a vivir así. Puso en evidencia la Argentina profunda, de ese sub mundo donde se mezclan relaciones de punteros, relaciones con el narcotráfico, de marginalidad y de un Estado ausente. Por supuesto que mostró lo peor de la política, porque ante las escenas que mostraba la televisión la ciudadanía empezó a opinar y los políticos respondían de acuerdo a ese pensamiento o a las encuestas que les iban mostrando; pero no con un proyecto para salir de la situación. Respondían de acuerdo a lo que les podía aportar mayor rédito electoral. Fíjense que una de las cosas que dice el gobierno nacional es: “Acá no hubo represión”. Sin embargo, hubo tres muertos. ¿Qué se considera represión? Claro, los muertos eran bolivianos. Y tampoco hubo respuestas cediendo a los manifestantes, dijeron. Pero, ¿por qué había que ceder si lo único que estaban reclamando era el derecho a una vivienda digna y que el Estado –con superávit fiscal- debería haber dado. El último elemento tiene que ver con las acusaciones cruzadas entre manejo de punteros, también es verdad. Y lo que me parece de una gravedad mayúscula es cómo se soluciona el conflicto: el elemento de coerción empleado es el retiro de los planes asistenciales. Esto es lo que hacen los punteros todos los días en los barrios. Dicho esto por Aníbal Fernández o Mauricio Macri es de una gravedad tremenda. Está la ley para disciplinar. El predio creció en la ocupación porque no había presencia del estado para solucionar el problema. Uno se imagina que dentro de tres o cuatro meses, cuando se acerquen las elecciones, Aníbal Fernández por cadena nacional podría llegar a decir: “O me votan o les saco los planes sociales”. Esto es lo que hacen los punteros. Esto no lo estamos sacando de nuestra imaginación; esto pasa en todas las elecciones. Esto ha desnudado a la Argentina real en este sub mundo de personas que están sumidas en la pobreza y que son funcionales a la política. Hay que tener mucho cuidado porque así como se utiliza todo esto también es sumamente peligroso porque la dignidad en algún momento aflora.
¿A la Cooperativa La Juanita la hacen para romper este statu quo que usted menciona?
La Cooperativa La Juanita nació como una necesidad y después nos dimos cuenta que iba contra el corazón de lo que hoy se denomina “clientelismo político”. Por una cuestión de honestidad decimos que no fue pensado así, sino que surgió por necesidad y después nos transformamos en un símbolo en ese sentido. Y creo que también muestra la enorme potencialidad que tienen los sectores más pobres para generar proyectos que sean liberadores. Imagínense que esto lo hicimos sin ningún tipo de ayuda del Estado. Todos nuestros proyectos fueron a través de relaciones sociales que fueron creando capital social con empresarios, con ONG locales y del exterior. Esto muestra que se puede. Para nosotros La Juanita es el símbolo de un país distinto. Hace poco fue a visitarnos el periodista Alfredo Leuco y, además de quedar encantado nos decía: “Si a mí me preguntaran cómo es el país sueño para vivir, es esto, donde la gente valora el trabajo como un valor y no como una mercancía, y valora la educación como una forma de integrarse al mundo y como generadora de oportunidades”. Entonces, estamos pensando en un mundo totalmente distinto donde la violencia y la marginalidad no van a estar presentes. La única manera de combatir estos flagelos es creando oportunidades y para eso el trabajo y la educación como valor son las dos herramientas más importantes.
¿Cuáles son los logros obtenidos?
El tema de sostener algunos emprendimientos productivos es lo más importante. Después, mostrar un modelo de gestión donde la cuestión asociativa sea el centro de ella y nos parece que conceptualmente es lo más importante. Y, ¿por qué decimos los logros son sostener? Porque se ha considerado a la economía social como una economía segunda para la coyuntura más difícil y que cuando uno sale de esa situación y vuelve al trabajo formal, vuelve a su vida normal, esa economía aparece para los momentos de crisis pero que no sirve para desarrollarse. Nosotros le dimos una vuelta y que era sostenerla. Que en nuestro emprendimiento productivo pudieran ir otras cosas que no tenía la economía social, por ejemplo, todo lo que tiene que ver con la calidad en los productos de una empresa de primer nivel. Empezamos a ver en el valor de lo asociativo la posibilidad de traslado de esos conocimientos y empezar a producir de esa manera. El ejemplo de la asociación con Martín Churban, un diseñador top de Buenos Aires, para producir guardapolvos como parte de un programa de recuperación de nuestro taller fue quizás el símbolo de lo más importante. A partir de ahí pudimos exportar guardapolvos a Japón con los diseños de Martín Churban. Sin embargo, ya sin Martín Churban, nos instalamos en una cadena de valor para exportar 120 mil remeras a Italia. Pero podría haber sido una casualidad encontrarnos con una buena persona como Martín Churban, pero seguimos probando en la cuestión asociativa y llegamos a Maru Botana. Cuando nos preguntó en qué nos podía ayudar, nosotros le dijimos que no nos den plata, sino que nos den lo mejor que tienen, es decir sus conocimientos, que nos transmita lo más importante que tiene hoy la sociedad: lo acumulado desde el punto de vista del pensamiento, de la creatividad, y le pedimos que nos hiciera una receta para fabricar un pan dulce. La verdad que fue un producto excepcional. Ella nos pidió que mantuviéramos esa receta, que no cambiáramos la cantidad de insumos. Nosotros lo instalamos como un regalo empresarial. El pan dulce que hoy está produciendo nuestra cooperativa como regalo empresarial, es de excelente calidad, tiene la receta de Maru Botana y le fuimos agregando valor con un packaging con diseños de Martín Churban. Esta campaña llegamos a vender 10 mil kilos. Este es un pan dulce que no es barato; no se compra por el precio, se compra por el valor agregado que tiene. El precio del kilo de pan dulce está en $ 90. Pero, ¿cómo hacemos para que esta cooperativa no sea una empresa más? El excedente se invierte en lo social. Lo primero que hacemos es que en el Barrio La Juanita, un barrio pobre que nosotros transitamos, puedan degustar el mismo pan dulce. Esto también es un cambio cultural. El mismo pan dulce se vende en el barrio a $ 10. Con esto el producto deja de ser una mercancía y se transforma en un bien que va en el sentido de interacción con la sociedad. El excedente sirve para el sostenimiento de una escuela primaria y que afortunadamente este año hicimos una comida y logramos recaudar como para la construcción de una escuela primaria y estamos pensando que en marzo venidero tendríamos el edificio de la escuela en La Juanita. Esto nos muestra de que es posible que estos emprendimientos de la economía solidaria con esta vuelta asociativa pueda instalarse como una vía de solución para los más pobres. Más que nada es un símbolo de que se puede. El problema de la pobreza y de la desocupación en el Barrio La Juanita no lo vamos a poder solucionar dando trabajo a 40 ó 50 personas y brindando una escuela primaria, pero sí es un símbolo de que se puede.
¿La escuela recibe algún subsidio estatal?
No recibe un solo peso del Estado argentino. Nunca sabremos si es afortunadamente o lamentablemente.
Pero este símbolo –tal cual lo dice usted- se puede reproducir en cuanquier parte del país…
Sí. Lo importante es preguntarse qué produce la Cooperativa La Juanita. ¿Produce guardapolvos, produce remeras, produce pan dulce, produce computadoras –porque ahora tenemos un emprendimiento de reciclado de computadoras-? No, en realidad, la Cooperativa La Juanita produce dignidad y esto se puede producir en cualquier rincón del país. Es más, en nuestra recorrida por el país encontramos experiencias muy parecidas en todos los lugares. A lo mejor no por la visibilidad que tiene y no con el desarrollo que tiene al estar concentrado en un lugar emblemático del Conourbano bonaerense, como es La Matanza, donde están todos los ojos de los medios de prensa, pero esto es posible reproducirlo en todos lados. Fíjese que este año quisimos mostrar esto y en la campaña de pan dulce le propusimos este emprendimiento a una panadería de La Plata que trabaja con jóvenes en recuperación de droga, para que mandaran un integrante para capacitarlo y para que después lo replicara. La verdad es que salió maravillosamente bien. Hace poco me llamaron contentos porque habían vendido sus primeros 70 pan dulce, a $ 90, con la receta de Maru Botana y con el packaging de Churban. Ellos no lo podían creer. Se puede hacer. Para nosotros es maravilloso y no es que apareció un competidor, sino que potencia toda la posibilidad que tenemos en cada uno de nuestros emprendimientos. No tengo ninguna duda: dignidad se puede producir en cualquier lado.
¿A algunos les molesta que en el Barrio La Juanita se le de a la gente dignidad y se la haga pensar?
Hay muchos y sobre todo los sectores políticos que lucran con la dignidad de la gente. Al sistema del clientelismo le gusta mucho estas cosas. El clientelismo necesita mantener pobres  porque desde ahí se construye el poder que afecta a toda la sociedad, pero fundamentalmente esta cantidad impresionante de pobres lo determina a la hora de las elecciones. Creo que el conflicto de Soldati mostró cómo es el clientelismo en su expresión más grosera: el plan social como disciplinador de los sectores más empobrecidos. Los punteros actuaban en el barrio a sabiendas de lo que hacía el jefe, pero ahora salen los jefes abiertamente por televisión diciendo: “Si no te portás bien te saco el paln social”. Es de terror. Ahora, necesita que la gente necesite plan social y no tengan emprendimientos productivos que sean emancipadores. Esta es la relación entre la política y la pobreza. No es una cuestión secundaria de que no pueden solucionar el problema. No quieren solucionar el problema. Es más, la necesidad de una fábrica de pobres para algunos es absolutamente funcional a sus ambiciones de poder.
Usted habló del crecimiento del país a tasas chinas, pero no se invirtió para desarrollar el interior del país…
No tengo dudas de que el reservorio más importante para recuperar a la Argentina pasa por los pueblos del interior del país. Ahí todavía no están exacerbados algunos vicios y sí están fortalecidos los valores del trabajo para lograr comunidad. El trabajo, para nosotros, es organizador de la comunidad. La otra cuestión son las oportunidades y el aprovechamiento de una coyuntura mundial favorable a las posibilidades producción en el sector agropecuario hace que en el interior del país tenga una enorme potencialidad para desarrollar todo esto.
 Jose Luis Ibaldi – Infosudoeste

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